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La historia del enchufe

Embarazada de mi primer hijo, en la semana 39 nos mudamos a nuestra nueva casa.


Por fin.


Atrás quedaron meses de reforma “exprés”, capitaneada por mi Bro, que llevó a todos los profesionales que en ella trabajaron con la lengua fuera para que pudiera estar, en tiempo y forma, listo nuestro nuevo hogar.

Como ocurre con todas las obras, ésta se retrasó y como ocurre con todas las embarazadas, en la semana 39 yo estaba como un elefante. Tenía una barriga taaan grande que, como curiosidad os diré, ninguna camisa de pre-mamá me tapaba toda la barriga. Los de la Terreta conocerán la bonita tradición de dar nueve vueltas a la Catedral cuando se está a puntito de dar a luz, para pedir a la Virgen un buen parto…pues yo no pude acabar la novena. Los más de cuatro quilos de bebé pesaban como una losa.


Estaba hasta el moño de toda la obra, y cada vez que salía el tema me entraban escalofríos por todo el cuerpo, porque yo sentía que en uno de los viajes a Valencia el niño se me iba a caer por el camino.

Un día me dice mi hermano muy serio: “I. hay que elegir los puntos de luz”, yo me quedé como diciendo “¿pero que me está diciendo este hombre? ¿Qué son y para qué sirven? ¿los enchufes no vienen con la casa?”, y él que me conoce y yo que soy transparente, y se dio cuenta que yo creía que los enchufes nacían de las paredes, me contestó solo con verme la cara: “I. che, es que es importante saber dónde vais a colocar los muebles, etc., para poder poner los enchufes donde toca” …

A mí se me hizo de noche.


Yo que no sabía ni dónde poner la barriga, que alguna alma caritativa me tenía que quitar y poner los zapatos, tenía que pensar en un espacio vacío donde iba a poner unos muebles futuros que ni siquiera había comprado…de noche… totalmente.


El día elegido fuimos mi Bro, mi marido y yo, y mi hermano que fue previsor y se olía la tostada, cogió un taburete. Ahí estábamos los tres, de ruta de habitación en habitación…en cada una de ella mi Bro abría el taburete y yo me sentaba. Yo les miraba como diciendo: “pero que me están contando estos mentecatos? Si yo solo quiero tumbarme a la bartola”. Visto que hasta que no dijera algo, no me iban a dejar salir de ahí, empecé a opinar a tontas y a locas, para que todo pasara pronto y me devolvieran donde tocara a la sillita de la reina si fuera necesario.

Total, que pasó.


Amueblamos la casa, y para el recibidor compramos un mueble muy mono y una lámpara ideal.


¿Qué creéis que sucedió?


Pues efectivamente…que en la entrada no había ningún enchufe.

Resultado: una entrada T-O-T-A-Lmente preciosa, pero más vale tener encendida la luz de la escalera al entrar, porqué luz en casa no habrás de encontrar.😉

Dedicado a mi Bro que movió cielo y tierra para que tuviera mi nuevo hogar.


B.B.





1 comentario


Lástima que no tengas una foto porque la imagen sería impagable...😆

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