El síndrome del impostor
- lobonitodelobasico
- 21 feb 2022
- 5 Min. de lectura

No sé si habréis oído hablar sobre esto, pero estoy convencida que afecta a más personas de las que son capaces de identificarlo y reconocerlo en si mismos.
Creerme si os digo que padecerlo es vivir con tu peor enemigo. ¿Por qué? Pues enseguida lo vais a entender.
Básicamente, lo que sucede es que la persona afectada es incapaz de reconocer su propia valía y sus logros, y vive con el miedo permanente de que los demás se den cuenta que, en realidad, es una persona incapaz y/o incompetente. Estas personas atribuyen el mérito de sus logros a la suerte o al hecho de haber trabajado duro para conseguirlo; siempre y todo es debido a factores externos, nunca a uno mismo, a su propia capacidad, inteligencia, competencia y/o virtud. Las personas que lo sufren son tremendamente exigentes consigo mismas y tienen un estándar de excelencia, sencillamente, inalcanzable.
Fue Pauline Clane quién detectó este fenómeno y le puso nombre en 1978. Ella misma lo sufrió de pequeña en la escuela. Cada vez que tenía un examen importante no podía evitar preocuparse y sentir miedo, al estar convencida de haber suspendido. Al darse cuenta que los compañeros se empezaban a preocupar por su modo de actuar, decidió dejar de exteriorizar sus miedos y preocupaciones. De adulta, se convirtió en maestra y fue así, cuando se dio cuenta de que “lo suyo” no era un fenómeno aislado, al identificar en algunos de sus alumnos las mismas preocupaciones que ella sentía cuando era pequeña. Un día un alumno suyo se acercó y le dijo: “me siento como un impostor hacia toda esta gente tan brillante”.
Podrían contemplarse dos niveles de este “problemón”.
En una primera instancia, podríamos sentirnos así al enfrentarnos a un nuevo reto como, por ejemplo, cuando comienzas en un nuevo trabajo. Esta situación, estoy convencida que todos, en mayor o menor medida, la hemos vivido en algún momento de nuestra trayectoria profesional. Incluso creo que sentirlo, en estas situaciones, puede tener su aspecto positivo ya que te puede permitir movilizar parte importante de los recursos necesarios de los que dispones, con el objetivo de adaptarte con éxito a esa nueva aventura. El problema viene cuando se “cronifica” en el espacio y en el tiempo. Las personas que sufren este problema, tienen constantes dudas acerca de sus habilidades, un intenso miedo al fracaso y suelen tener unas bajas expectativas de resultado (siempre creen que los proyectos en los que trabajan van a salir mal). Creyendo continua e injustificadamente que son sobrestimadas por los demás.
¿Cómo creéis que estas personas pueden verse afectadas en su día a día, y en concreto, en su vida laboral?
Pueden tener dificultades para asumir nuevos proyectos profesionales, porque a pesar de su bagaje profesional y conocimiento, de ser responsables, exigentes, etc. (lo que les permitiría afrontar con éxito y solvencia, cualquier proyecto que tuvieran que gestionar), no pueden evitar sentirse inseguros… inseguridad esta, que sin poderlo evitar, transmiten a sus interlocutores y/o entrevistadores, lo que les impide dar el salto a nuevas oportunidades profesionales que, seguro, les depararían grandes aventuras y satisfacciones. Su tremenda honestidad les impide “mentir” atendiendo a la percepción que ellos tienen de sus propias capacidades. ¿Son incapaces? Absolutamente NO, pero ellos lo creen así, desgraciadamente. De esta manera se ven ocupando puestos que están claramente debajo de su potencial, lo que genera grandes dosis de frustración, ya que no dejan de trabajar duramente para poder justificar su posición. No creen ser personas talentosas, “solo” personas con suerte o “solo” personas que trabajan mucho. A pesar de las pruebas de su competencia, siguen creyendo que son un fraude y que no son merecedores de los logros alcanzados.
¿Os imagináis como pueden vivir estas personas que tienen constante sentimiento de culpa, con la sensación de que todo es susceptible de hacerse mejor porque no se han esforzado lo suficiente, incapaces de disfrutar de lo objetivamente logrado?...¿Ansiedad, depresión, insatisfacción permanente, etc.?...¿Cómo creéis que puede ser vivir con el agotamiento que supone tener la constante sensación de no estar a la altura de las expectativas percibidas que tienen los demás sobre ti? ¿Cómo crees que se puede vivir cuando tu autoestima se basa en la (errónea) percepción que tienes de tus propias capacidades?
Diferentes estudios exponen que ambos sexos sufren este síntoma, pero en mi opinión es un fenómeno más acusado entre mujeres, básicamente, porque socialmente estamos más presionadas para asumir, de manera exitosa, diferentes roles que, desgraciadamente, son contradictorios. No hace falta realizar un análisis muy profundo para extraer la conclusión de que no se puede ser una madre “perfecta” y una profesional “perfecta”. Partiendo de la premisa que la perfección es imposible, imaginaos la presión que sufre una mujer ante la exigencia y/o la auto-exigencia del desempeño de ambos roles a un alto nivel de rendimiento y más, cuando el entorno laboral, per se, “excluye” a la madre trabajadora cuando no está en disposición de adaptarse al arcaico e inflexible sistema que rige nuestra actividad laboral.
Siempre he sido consciente de mi auto exigencia, pero ha sido al ponerme a leer más profundamente sobre este tema, para poder con propiedad, cuando algo ha hecho “crack”. Mi nivel de auto-exigencia y la falta de confianza en mis propias capacidades me ha generado mucho sufrimiento, por desgracia.
Había llegado al punto que, por ejemplo, escribir, que era algo que me ha gustado siempre, no me sentía capaz de hacerlo, porque no paraba de decirme a mí misma que no iba a ser capaz de alcanzar mi “deseado” estándar de calidad...sin pensar que para escribir no hace falta ser Camilo José Cela, ni que para escribir ni siquiera tampoco hace falta que nadie te lea…
Había llegado al punto que bordar, que coser, que hacer mis “cositas” con las manos, algo que tanta felicidad y satisfacción me ha dado a lo largo de mi vida...tampoco era capaz de hacerlo porque no conseguía alcanzar mi grado de excelencia deseado, olvidando que, justo, lo bonito de todo esto es, justo, la propia imperfección de cada artículo, ya que es la dedicación y el mimo del trabajo manual lo que lo convierten en único y que, justo por eso, es mágico.
Mis padres, mi madre, mi hermano, habrán identificado perfectamente a esa niña que llegaba nerviosa a casa después de un examen, estando convencida de qué lo habría suspendido y pensando, de hecho, que, si el profesor fuera mínimamente competente, debería suspenderla por burra…o lo que me gustaba dibujar y lo crítica que era con mis propios dibujos, viendo solo el fallo…
Estoy convencida de que, afortunadamente, las personas podemos cambiar y evolucionar, es solo que a veces necesitamos parar, para poder seguir adelante, con más fuerza.
A las personas que se juzgan con dureza a si mismas, les animo a:
Ser tan comprensivas consigo mismas como lo serían con los demás…
Centrarse en hechos y a no creerse las películas que nos montamos.
Reconocer y celebrar sus éxitos, que estoy convencida que serán muchos…
Renunciar a la perfección e intentar tan solo a hacerlo lo mejor posible (que ya es), porque quién hace lo que puede, no está obligado a más. Abracemos la imperfección.
No compararnos con los demás, porque todos somos únicos.
Aceptar nuestros errores como parte de nuestro aprendizaje y evolución personal, pasando página una vez detectado, subsanado y/o superado.
Aceptar un halago o reconocimiento, con humildad, pero sobre todo, con un gran GRACIAS, desde el convencimiento en que es totalmente merecido.
Es difícil hablar de este tipo de cosas, pero creo que es importante dar visibilidad a nuestra manera de gestionar y procesar nuestras emociones y sentimientos, ya que si bien, pueden ser limitantes en ocasiones, bien entendidas, trabajadas y aceptadas, pueden ser también, potentes cohetes.
Un abrazo fuerte
B.B.
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