La bicicleta
- lobonitodelobasico
- 16 sept 2020
- 4 Min. de lectura

No, no es la de Shakira y la de Carlos Vives.
Por la boda, el mejor amigo de mi padre nos hizo muy buen regalo y yo quise tener algo especial, que me sirviera de recuerdo, por lo que decidimos comprarnos unas bicicletas.
Yo siempre he sido muy cagueta en general y también muy urbanita. Nunca he sido de subidas ni bajaditas, ni de campo a través, ni piedras en el camino, ni nada similar…J. es muy aventurero y yo tooooodo lo contrario…siempre he hecho deporte, pero a mi ritmo y adaptado a la situación en la que me encontraba.
En Valencia, desde hace unos años se ha hecho una labor bastante exhaustiva de peatonalización y creación de carriles bici. Entiendo las molestias que todos estos cambios hayan podido causar a negocios, vehículos, etc. pero lo cierto es que, como peatón y como ciclista, no puedo evitar más que estar contenta.
De hecho, no ha sido hasta que me he podido garantizar, que podía ir a mi destino todo el trayecto en carril bici, no la había cogido nunca en la ciudad.
El curso pasado iba al trabajo en bici e incluso a recoger al mayor al cole. Él iba muy contento y yo asfixiada a más no poder, pero me computaba como tiempo de ejercicio que, siendo trabajadora y mamá de dos, me venía que ni al pelo.
Obviamente, durante todo el confinamiento el tema del ejercicio físico había quedado un poco stand-by, pero ya era cuestión de ir retomando la cuestión, porque había llegado un momento que solo con dieta era imposible de compensar mi peso, ya que solo me faltaba alimentarme del olor de los calabacines.
Ayer fue el día.
Y casi sería más fácil hablar de lo que no me pasó que de lo que me pasó.
Cuando ya estaba lista para salir a por el nene, intenté bajar la bicicleta por el ascensor…la intenté meter con mucho esfuerzo y resulta que como han hecho reformas en el portal para eliminar las barreras arquitectónicas, han hecho dos salidas diferentes del ascensor: la puerta por la que sales no está en el mismo sentido que por la que entras. Total, que me pegué la paliza padre para meter la bicicleta y cuando llegué abajo me di cuenta que no podía salir. Ni yo, ni la bicicleta. Hice mil filigranas con el manillar, pero no hubo manera. Volví a subir. Saqué la bicicleta y finalmente la bajé como si estuviera paseando a un pony por las escaleras.
Me encontré con un chaval francés en el portal, que parecía que quería usar el ascensor, pero que no paraba de pitar en mi piso, por lo que me di cuenta que además de hacer el tonto paseando a la bici en el ascensor, existía la posibilidad de habérmelo cargado. Me hice la llonguis porque se me estaba empezando a hacer tarde. “No sé, no sé” le decía yo al pobre chaval con la cabeza.
Intenté poner la silla bien puesta y ahí, que sudando estaba la gota gorda, intentándolo como si no hubiera mañana, hasta que me di cuenta que a lo mejor no era la silla de esa bici, sino la de la otra. Volví a subir con la silla y volví a bajar con la otra. Efectivamente, ahora sí era la silla correcta.
Fui a bajar los últimos escalones que me quedaban y me di cuenta que, en el fragor de la batalla con el manillar, me había cargado la luz de la rueda delantera, pero no tenía tiempo, no iba a llegar a tiempo al cole y cogí caminito, con la luz colgando.
La bici hacía un ruidito raro , pero por mucho que miraba, no veía que nada pudiera hacer ese ruido. Seguí mí camino.
Yo iba con la mosca detrás de la oreja con el puñetero “clinc-clonc” y en cuanto pude, en el primer semáforo me paré y miré, pero no veía nada; “a ver si es el casco de Mate” me pregunté…lo quité de donde estaba amarrado, lo puse en otro sitio y seguí.
A los cien metros escuché: “clonc-chof-catapun” y me paré sobresaltada y me asomé… vi el casco de Mateo en medio de un cruce de Manuel Candela. Dejé tirada la bicicleta y me fui a por el casco. Intenté dar la vuelta a la bici. No podía, estaba como agarrotada. Le di la vuelta a la fuerza bruta y seguí.
Cada vez sentía más fuerte la presión del tiempo.
Llegué como pude.
Mateo salió super contento porque había ido a por él en bici. Lo monté y noté de repente, como si estuviera arrastrando a Baltasar en su carroza el día de Reyes.
El niño alternaba ruiditos de emoción con ruiditos de canguelo por miedo a caerse. Me hice la fuerte para darle confianza.
Yo le daba al pedal como podía, el ruidito seguía sin parar y el niño diciendo que “se va muy a gustito en la bici”, mientras yo pensaba, “claro, porque no pedaleas tú, niño”
Llegué a casa como pude, roja como un pimiento y J. que me subió la bici, me dijo: “pero ¿qué has hecho?” refiriéndose a la luz, “pues, lo qué he podido” le contesté.
Total, que se puso a mirar la bici y me dijo que ¡¡¡llevaba los frenos puestos!!! y que parecía que le había dado varias vueltas al manillar…claro…de ahí todo el ruido y mi dificultad para avanzar.
¿Pues no me dijo que era como si hubiera hecho una clase de spinning?
Efectivamente, así me sentía.
Lo dicho, que en un rato pequeño me pasaron ese tipo de cosas que solo me pasa a mí y que dan munición para las próximas comidas familiares (miedo tengo a que llegue el cumple de mi madre que es a final de mes).
¡Un abrazo fuerte!
B.B.
Toda una odisea 😂 😂 😂 😂
Menudo palizón te diste,madre mía,como si hubieras hecho una etapa del "Turmalet" del tour de Francia,otra cosa no,pero ejercicio hiciste a manta.besos.
Me parto!! Mira que eres payasa...😂😂