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La cocina



No sé si lo sabéis, pero me encanta cocinar.


No sé si porque todas las mujeres de mi familia han sido grandes cocineras y supongo que lo asocio a crear hogar, familia…


Disfruto pasando tiempo en la cocina pensando en qué estoy alimentando cuerpo y mente de mi familia, y que hoy en día, que prima la prisa, lo rápido, lo “para ya”… pienso que dedicar tiempo a cocinar a las personas que quiero, creo que es algo que, aunque no se puede tocar, si sentir y que de alguna manera quedará en ellos.


Dicho todo lo cual, también os digo, que tampoco lo sabréis, cocino fatal.


Si, fatal.


Ganas, todas las del mundo, pero digamos que no hay una equivalencia entre tiempo y recursos empleados y calidad del plato.


No.


Ayer tuve un día para enmarcar.


La Endocrina me dijo, entre otras cosas, que mi plato debía contener la mitad de verduras, que debería comer todavía más pescado y obviamente, solo un plato (lo que venía a decir que cerrara el pico antes). Total, que estoy poniendo empeño en hacer comidas variadas, equilibradas, para mí, pero también para mis chicos, que los pobres no tienen culpa de mi volumen,ni de mis circunstancias.


Ayer para comer con la mini-ración de pasta, me hice calamares, gambitas, con tomate y calabacín y berenjenas. Todo a priori pintaba bien, pero hice un poco las verduras en el microondas, luego rematé en la sartén con el pescado y después con el tomate. En este caso, estaba todo realmente bueno, pero tanto el calabacín como la berenjena en algún punto de la ejecución del plato, simplemente pasaron a mejor vida. Y cuando serví el plato, J. me preguntó que “ande” estaban las verduras…en el interior le contesté.


Como me había venido arriba, porque el plato me había quedado bien a pesar de la desaparición de las verduras, decidí hacer albóndigas para cenar (para mí era Salmón a la plancha, que no cunda el pánico). Normalmente hago la receta de la Thermomix, pero la salsa no me acaba de gustar y aposté por hacer la de mi madre, que le sale muy buena. Las albóndigas si que seguí haciéndolas al horno, porque están muy ricas y cogen menos aceite que fritas.


Total, que me lanzo con la salsa. Una cebolla picada con la picadora, que ahí la cosa ya empezó mal, porque me corté varios dedos intentando montarla. Harina, vino blanco y agua.


No sé si os pasará a vosotros, pero cuando le preguntó a mi madre por alguna receta, siempre usa los:

“un pelín”, “un puñadito”, “un chorrito”…Por lo que la cosa ya empieza “reguleras”. Yo soy una mujer de ciencias y necesito medidas exactas. Total, que con el vino no me especificó centilitros y yo tiré a chorro, y luego igualmente el agua.


“Deja que haga un rato “blup-blup” me dice.


Pues ahí estaba yo vigilando de cerca la cacerola, mientras hacía albóndigas como si no hubiera un mañana. Acaba la salsa y aparentemente tenía buena pinta, le mando una foto a mi madre y me confirma que, efectivamente, de apariencia bien, pero me pregunta que si la he probado.


“No, of course” le contesto


Llamo a mi padre para que me haga de conejillo de indias. El pobre que nunca protesta de nada, y que se ha comido cada truño que he hecho sin protestar, coge la cuchara, lo prueba y no dice nada y sigue removiendo.


Y yo: “¿qué papi? ¿qué le falta?”. El pobre no paraba de darle vueltas a la cuchara.


“Está un poco soso creo”. Le pone sal, prueba y sigue removiendo.


Y yo “¿pero que le ves?” y él seguía removiendo.


“¿Pero que vino le has puesto?”


“Pues el de Don Simón, cual le voy a poner” contesto.


“Es que nosotros ponemos otro más dulce. Está un poco ácido”


Yo, que conozco a mi padre, el pobre no sabía la manera de decirme que estaba “awful”, así que me armo de valor y pruebo la salsa.


“Papi, está asqueroso” le contesté. “Lo voy a tirar porque no se van a comer las bolitas”


Mientras, las bolitas están en el horno…que esa es otra, en ninguna receta se especifica que si arriba y abajo, solo abajo o solo arriba… (seguimos mal)


Yo que las veo poco hechas…


(Abro inciso: mi cocina se caracteriza por dos aspectos: siempre hago todo súper soso, por el miedo a pasarme, y siempre lo achicharro todo: o está crudo o suela de zapato…”al punto” no encuentra lugar en mi cocina)


Y las dejo un poco de rato más. Total, que me pongo a pelar patatas, para rematarles la cena con patatas fritas caseras.


Ya sin salsa, saco las albóndigas. Que me doy cuenta que se me han quemado por la parte de bajo. Con toda la paciencia, quito lo "quemadito" porque mi familia es muy delicada con este tema. Las pruebo, y claro, están buenas, pero secas. Pongo la mesa, y saco las albóndigas y el tomate para aliviar.


Menos mal que las patatas han salido ricas. Pero ya se masca la tragedia, me temo que las bolitas se van a quedar más tiradas que unas colillas.


Así es.


El mayor que “si me he pasado con algún ingrediente”


La pequeña directamente pasa, y medio dormida, medio despierta, tiene la energía para pedir “másss patatasss” con los "ojitos" medio abiertos-medio cerrados.


El mayor-mayor que si le falta sabor (que llevaba pimienta), que si ajo (que llevaba ya), que si están secas…


Y yo mientras comiéndome el salmón.


Éxito arrollador. Pero soy inasequible al desaliento.


Y pienso en parte de mi proyecto y me convenzo de que tiene todo el sentido del mundo, mucha verdad y que me representa totalmente.


¿Qué os parecería tener delantales personalizados?


¿Qué os parecería tener delantales con esas frases que recogen como nos sentimos algunos en la cocina?


Mientras tanto seguimos sin perder la esperanza y como dice Martín Berasategui: “Garroteeeeeee”


Un abrazo,

B.B

 
 
 

1 comentário


amparopresencia
01 de out. de 2020

Isabel,seguro que te has pasado con el juicio de valor,sobre cómo.estaba la cena y como cocinas,no seas tan exigente contigo misma,yo he comido.cosas hechas por ti y estaban bien ricas.un beso.

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