La risa
- lobonitodelobasico
- 14 jun 2020
- 3 Min. de lectura

Como os comentaba en el anterior post, las sensaciones de mi salida en solitario fueron muy positivas, y los pensamientos se me iban apelotonando en la cabeza casi sin tiempo a procesar.
Hilé mi pérdida, con los post que había escrito hasta ahora, con lo positivo de lo inesperado, y sonreí. Me vino a la memoria esta escena de la película de “El Jovencito Frankenstein” (peli de culto en casa):

(Os pongo el link pero, de verdad, que si no la habéis visto, es prioritario verla😎)
Me reía acordándome de las panzadas de la risa que nos hemos pegado en casa con películas como esta.
A lo largo de mi vida siempre he tenido un compañero infatigable y ha sido el sentido del humor, la risa…la mía también, pero sobre todo la de las personas que quiero.
En mi familia, aunque algunas veces la parte femenina ha podido pecar de dramática (reacción compensada por el sabio pragmatismo del lado masculino), el sentido del humor ha sido siempre una constante. No solo nos ha acompañado en los malos momentos, sino que nos ha ayudado a superar situaciones muy dolorosas.
En casa, mi padre ha sido más serio, pero mi madre, mi hermano y yo hemos compartido la misma ironía, la capacidad de reírse de uno mismo y el mismo cuajo.
En general, una risa sincera, profunda, sonora, provoca siempre en mi cierta simpatía y predisposición. He pensado mi vida en risas y obviamente, a día de hoy, son las risas de mis hijos las que alegran mis días, pero ha habido otras dos que han sido para mí (y siguen siendo), siempre lo más.
Siempre me ha divertido profundamente la risa de mi hermano. Tiene ese tipo de risas, que da igual en realidad de lo que se esté riendo, que solo con oírle, yo ya me espachurro, y tengo la necesidad de asomar el morro para ver que está tramando. El otro día recordamos una anécdota brutal que fue memorable. Él, como todos los hermanos del mundo, siempre ha sido un puñetero, pero conforme nos hemos ido haciendo más mayores pues hemos ido compartiendo más tontunas. Recuerdo un día de verano, que estaba yo concentrada, desayunando, leyendo un tebeo de Calvin y Hobbes (en casa devorábamos tebeos) y de repente, asomó la cabeza por la puerta de la cocina, y me repitió la tontuna de esos días (que era como estaba escrito en estos tebeos la llamada telefónica que era algo así como: “tiruli-tirulili-tiruli-liruliruli”). Fue verlo de sorpresa, decir esa tontería, y nos dio tanta risa que se me salió el Nesquik por los agujeros de la nariz. Es una gilipollez a la que muchos de vosotros no le veréis la gracia, pero es un ejemplo de las risas cómplices de dos hermanos que, qué queréis que os diga, tampoco importa que nadie más las entienda y…dan la vida.
Mi segunda gran risa, ha sido la de mi marido. También es un tío muy serio, pero algo que nos une desde mucho antes incluso de comenzar nuestra relación, y que luego se ha convertido en uno de nuestros grandes pilares, ha sido la risa. Para que os hagáis una idea, mientras fuimos solo amigos yo le decía que era como Chandler Bing. Él no lo acababa de entender porque, aunque no lo creáis, ¡nunca había visto Friends! (serie de culto en casa también, naturalmente). Cuando empezamos a salir, mi hermano me decía que era un poco pava porque me reía de todo lo que él decía aunque no tuviera gracia, pero la realidad era que yo se la encontraba a todo. Cuando se burlaba de mí, o me hacía vocecitas, me contaba chistes malos, a mí me remataba.
Este Post, quizás no os diga mucho, pero lo cierto es que me siento afortunada de poder ver las cosas con sentido del humor y de estar rodeada de tanta risa verdadera.
Si lo pensáis, seguro vosotros también las tenéis.
Y pensad, que siempre “podría ser peor, podría llover”.
Un abrazo!
B.B.
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