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¿Lo estaré haciendo bien?


Esta es la pregunta que todas nos hacemos a menudo (o al menos os habéis hecho alguna vez, seguro)


La respuesta es SI. Sin dudar.


En mi caso personal, con respecto a la maternidad, siento que he pasado por tres fases:


La de ser mejor madre sin haber tenido hijos: Cuando no tienes hijos, lo ves todo muy fácil, y, en general, crees que es bastante más sencillo educar de lo que parece.


“A muchos padres que les gusta protestar” (esto a modo de resumen)


Mi segunda fase, la experimenté con el nacimiento de primer hijo. Fue bastante fácil ser la madre que tenía en mente y disfruté como una enana del sol de hijo tan precioso que tuve. Se crió tan sano, tan bonachón, tan gordito y sonriente…era un niño tremendamente feliz, y yo:


“Me sentía la persona más afortunada del mundo y una madre excelente”.


Y llegó la tercera fase, con el nacimiento de mi segunda hija. Aunque me daba penita por mi pequeño tesoro…fue tan deseada, disfruté mucho de mi nene, pero ansiaba una nena. Y la tuve, vaya si la tuve…y aunque ahora la disfruto a cada segundo, porque no puede ser más preciosa y bandida, al nacer, me hizo pasar lo más grande. Lloraba por castigo y aunque yo intentaba por todos los medios calmarla, no había manera. Lo pasé de mal…lo que me llevó a la siguiente conclusión:


“Yo no había sido una madre tan excelente como me pensaba, sino que M. había sido un santo (bebé trampa creo que se dice también)”


Después te das cuenta que uno más no es el equivalente a 1+1 sino que es…un crecimiento de la familia “exponencial”. ¿Habéis oído eso de que en grupo se alcanzan mayores resultados que de manera individual? Pues con los hijos se cumple y de qué manera.


Entonces empecé a entender a esos padres desesperados (pido perdón a los que se hayan podido sentir juzgados por mí en algún momento... era la ignorancia), y a hacer esas cosas que pensé que no haría nunca con mis hijos, porque hay momentos que, aunque voluntad tengas toda la del mundo, el cansancio y el colapso mental es tan grande, que haces lo que buenamente puedes…que, atendiendo a las circunstancias, ya viene siendo bastante.


Obviamente, aunque todos tenemos estilos educativos más o menos definidos e intentamos mantener ciertos límites, en ocasiones vas “cruzando puentes conforme vas llegando a cada río”, siempre pensando que haces lo mejor que sabes o que puedes, pensando en que es lo mejor para tus hijos.


Gran parte de nuestro berenjenal mental, cansancio, etc., proviene (entre otras cosas) de haber asumido muchos y diferentes roles (a veces incluso con exigencias contrarias) queriendo mantener el mismo nivel de ejecución, deseando hacer todo de “10”, siendo nuestra exigencia nuestra peor enemiga...y amigas... os tengo que confesar un secreto:


NO ES POSIBLE


Ni por tiempo, ni recursos, ... (etc.)


ERROR.


C-A-C-A.


No somos perfectas, tenemos que asumirlo.


Cuando nos estrenamos en el papel de madre sentimos una revolución, porque debemos reajustar nuestro orden de prioridades, y tenemos que aprender a vivir nuestra nueva vida.


En ocasiones, me he sentido mal porque he añorado momentos de mi vida anterior, mi libertad, tiempo para mí misma, para estudiar, para caminar, para desarrollarme profesionalmente…y he sentido cargo de conciencia, porque pensaba que traicionaba a mis preciosos hijos.


A nivel laboral, me he sentido en un buen momento profesional, madura para asumir nuevos retos, pero mis límites han sido claros y por suerte o por desgracia, el entorno laboral (en general, seguro habrán benditas excepciones) está a años de luz de entender la dualidad que las mujeres viven a partir de que se convierten en madres.


Os he de confesar que me ha costado asumir esto. No entendía porque “sentía” que me hacían elegir…luego pasé a aceptar que la empresa que no viera mis “limitaciones” como una manifestación en realidad de responsabilidad, no era mi empresa…para comprender finalmente que no estoy interesada en hacérselo entender a nadie.


Durante este confinamiento he comprendido muchas cosas, pero la primera y principal, es que lo básico es mi familia, y que lo único que quiero es verla sana y feliz. Punto. Lo demás es solo un medio para conseguir esto y tener un espacio para hacer lo que realmente me gusta.


No quiero aportar una perspectiva negativa de la maternidad, nada más lejos de la realidad. Es solo que a veces ser mami tiene sus luces y sombras, de las que parece que nos cuesta hablar y necesitamos saber. Compartir nos ayuda.


Antes de ser madre yo pensaba:


“soy impaciente”, “soy aprensiva”, “si tengo alguna vez un hijo, le quitaré la caca con una cuchara” (mi madre me recuerda esta frase divertida de vez en cuando)


¿Qué paso con el nacimiento de mis hijos?


Qué conocí otra dimensión de la palabra AMOR.


Qué conocí otra versión de “mi yo” desconocida para mí.


Qué no era lo que me decía a mí misma, y que esta creencia que tenía sobre mí ME LIMITABA, cuando la realidad es que era capaz de tantas cosas que yo ni siquiera imaginaba.


¡Que conocí otra parte de mí TAAAAN PODEROSA que me encantó!


Me hizo ser GENEROSA sin límites.


Me hizo reír como nunca y como con nadie.


Me hizo mejor persona.


Y me hizo entender y querer más si cabe a mis padres.


Porque si hay algo más bonito que estar orgullosa de tus padres, es conocerlos como ABUELOS.


De repente, TODO COBRA SENTIDO, y entiendes que no habrá proyecto más bonito, ni más enriquecedor que ser madre.


Porque si, las cosas efectivamente no son como antes, afortunadamente, son mejores.


A todas las madres que lean estas palabras, y a las que pronto lo serán, a la pregunta inicial, la respuesta es siempre:


SI


En mayúsculas y sin dudar. Nadie conoce mejor a tus hijos, y si,


LA SUERTE DE TUS HIJOS ERES TÚ.


Feliz día de la madre a todas, y en especial a la mía, porque lo siento por todos vosotros, pero tengo la suerte de TENER LA MEJOR MADRE DEL MUNDO❤


B.B

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