Mi pequeño estudioso
- lobonitodelobasico
- 16 ago 2020
- 2 Min. de lectura

Fuiste un bebé taaaan deseado.
Durante el embarazo, yo estaba como una bola, y se ve que estabas tan a gustito, que no tuviste mucho interés en salir.
El día que naciste fue más que largo...pero recuerdo ver tu carita y sentir como miedo y pena. Eras tan precioso que pensaba que cómo iba a poder cuidarte yo, como tú te merecías.
Desde el primer momento, fue fácil ser tu madre. Recuerdo que vimos tu primera sonrisa en menos de una semana.
Cuando naciste, te paseaba por casa con el cuco porque te llevaba donde yo iba. Me acuerdo que la yaya me decía que cuando te durmieras por la noche te dejara en la habitación, y a mí se me ponían los pelos como escarpias solo de imaginarte solito en el cuarto😅
Como dormías tan bien, a veces te ponía el dedo debajo de la nariz para ver si notaba aire. Pobre Leandro (tu pediatra), menuda paciencia tuvo conmigo🙄
Eras taaaan tranquilo, tan gordito, con esos inmensos ojos y siempre tan peinadito…
Comías, dormías, sonreías…
Cuando empecé a salir sola de casa contigo, recuerdo empujar el carro con ilusión y orgullo… tenía la sensación de alegría infinita, porque sentía que nunca más estaría sola.
Me moría de la risa cuando la gente asomaba la cabeza por el carro para verte, porque parecías un budita, sin cuello... y tú siempre devolvías la atención con tu mejor sonrisa.
Recién nacido, el abuelito nos dio un susto muy grande, pero “gracias” a eso, se jubiló y comenzó vuestra bonita amistad. Tus manitas gordezuelas siempre estuvieron morenas de todos vuestros paseos.
Yo me esmeraba siempre en hacerlo lo mejor posible todo. Me acuerdo cuando el pediatra me dijo que te dejara de poner zanahoria en las papillas, que si no me daba cuenta que te estabas volviendo naranja.
Y llegó tu hermana, y todo pasó de ser un perfecto equilibrio a la locura que es hoy nuestra casa. Yo tenía mucha pena de pensar que no podría dedicarme a ti, y la yaya no paraba de decirme que el amor se multiplicaba con cada hijo, y que una hermana, era el mejor regalo que podía hacerte.
Recuerdo tú cara cuando viniste a vernos al hospital… te medio pusiste a llorar porque creías que me había pasado algo.
Recuerdo el primer pañal que te cambié después de llegar a casa y tener la sensación de verte un culo gigante.
Y te hice mayor.
Hoy pienso en los dos años que tenías, veo a la nena, y me apena, porque te hice mayor siendo aún un precioso bebé. Espero que puedas perdonarme pequeño, mami no daba abasto a más.
Eres un niño inteligente, curiosón y con una sensibilidad especial.
El otro día, en casa de los abuelitos me dijiste que querías lomo. Yo empecé a cortarlo, y dije en voz alta: “madre mía, el abu me va a reñir de lo mal que lo estoy cortando” y tú me dijiste, “no te preocupes mami, yo le diré que ha sido para nosotros”.
Igual dices eso, que me dices “¿en qué piensas mamá?” y yo te quiero comer a besos.
Me encanta oírte cuando me hablas de los huesos del cuerpo humano "ceceando", me das los coches de culo para que te diga la marca, o cuando vienes corriendo hacia mí diciendo “abrazooooo”
Te adoro mi pequeño. Eres mi luz.
Un abrazo,
B.B.
Encantadora y enternecedora esta entrada,todo lo que dices y como describes a Mateo,es cierto y literal,un abrazo.